«Estamos encantados con su foco en la desregularización y en reducir la burocracia», le señalaba hace pocos días la primera ejecutiva de uno de los mayores bancos europeos al nuevo presidente de los Estados Unidos. Lo cierto es que es un elogio desde nuestro lado del Atlántico y desde un sector, el financiero, que celebra la simplificación del entorno regulatorio precisamente porque sufre una sobrerregulación que va a limitar, y mucho, la competitividad de la Unión Europea, especialmente si los Estados Unidos aceleran en inteligencia artificial. Vivimos en una Europa que ha apostado (si no abusado) por un soft law emanado de las autoridades de supervisión al que cuesta seguir y, a veces, entender.
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